lunes, 8 de junio de 2009

IX. No son la mayoría, ni tienen éxito

Los extremistas integristas tienen a agruparse y a retroalimentarse como un virus. Cuando coges un resfriado te puede parecer que toda tu persona es un resfriado, pero sólo es un espejismo burdo: el virus sólo es un agente ajeno que hay que expulsar. Igual sucede con Germinans y los integristas en Cataluña: que se hable de ellos, que hagan ruido, provoquen estrépito y hagan demostraciones de fuerza no significa en absoluto que sean mayoría. Sólo es un espejismo. Sencillamente, están bien organizados entre ellos, usan tácticas militares, tienen divisiones exteriores y quintacolumnistas, altavoces potentes, pero fuera de su tribu o clan, el rechazo que generan es absoluto.

Por eso cuando escriben en Germinans intentan vender lo contrario:


“ (...) No comprenden que mucha gente piense como nosotros. Que muchísimos de ellos sean catalanes. No conciben que haya mucha gente que se identifique con lo que escribimos y no saben desentrañar las causas del éxito (...)”..

“(...) Desde el anonimato que siempre nos ha caracterizado, hemos conseguido ser, siquiera en parte, la voz de ese gran número de catalanes barceloneses católicos descontentos y desesperados con el rumbo que nuestra iglesia ha seguido durante las últimas décadas. Hemos visto como buena parte de nuestras parroquias se vacían. Hemos constatado que las vocaciones brillan por su ausencia y las que hay cada vez optan más por buscarse otro lugar de formación distinto a nuestro seminario. Y la vista nos alcanza para observar que los responsables del desplome siguen ocupando los mejores cargos en el gobierno diocesano y en parroquias de postín(...)”.

Y este rechazo es el causante de su fracaso estrepitoso en la transmisión a la sociedad de la Buena Nueva del Evangelio. Si realmente persiguieran la misión de extender el mensaje cristiano –lo que es radicalmente falso- tendrían que reconocer públicamente su clamoroso fiasco. El virus que cultivan se infiltra inicialmente en el cuerpo, en la sociedad catalana, pero sólo crea rechazo y cuando es expulsado no ha dejado nada sembrado que pueda germinar. Como el caballo de Atila. El único fruto que subyace es el odio y el malestar.

“(...) Salvo alguna experiencia fructífera y encomiable (ridiculizada por Sayrach como revival) el estado de las parroquias del extrarradio barcelonés es comatoso. Parroquias sin niños, sin jóvenes, sin matrimonios, sin ilusión, sin futuro. Parroquias arrasadas en las que es un milagro que vuelva a crecer la hierba (...)”.

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