El amigo Francisco José Fernández de la Cigoña, ¿nuncio en hispanoamérica?

Los amigos de Germinans

Es un rumor creciente en los mentideros eclesiásticos: el señor de la Cigoña dentro de unos meses podría ser Nuncio en un país iberoamericano donde mande una dictadura: Cuba, Venezuela, Honduras. ¿Por qué en un régimen dictatorial? Muy sencillo: el señor Fernández es un totalitario y haría buenas migas con cualquier dictador, de derecha o de izquierdas, porque ambos son totalitarios e integristas en lo ideológico, aunque uno no vaya a misa.

¿Quién ha convencido a la Santa Sede para que un seglar, truncando la normativa canónica, pueda ser nuncio? La respuesta es fácil: el señor de la Cigoña es el terror del episcopado español, le temen casi como a diablo Cojuelo. ¿Por qué? Porque confecciona un diccionario de obispos buenos y malos y a unos los ensalzará como beatificables y a otros les sacará los trapos sucios, aunque sólo sean rumores. En su obsesión enfermiza, que ha derivado en una eclesiastitis mitral (que no tiene nada que ver con la insuficiencia mitral), sabe de memoria el día de nacimiento de todos los prelados de España y por tanto va repitiendo machaconamente cuándo les toca dimitir con la esperanza –política, no celestial- de que sean substituidos por integristas que, como en el ejército, hagan marcar el paso eclesiástico a los sacerdotes. Y naturalmente lleven obligatoriamente el alzacuellos y lentamente recuperen la sotana. Quiere una Iglesia visible, poderosa y que espante al poder civil y entonces el gobierno de turno ceda a las pretensiones de los mandamases integristas de la Conferencia Episcopal Española. Se trata pues de un chantaje indirecto a cada obispo el cual se siente amenazado por una web que visitan millones de católicos, políticos, mormones, bahais y ateos de todo el mundo. El señor de la Cigoña (¿por qué no se normaliza el apellido, que es catalán, y se pone de la Cigüeña?) tiene en muchas diócesis chivatos que le explican no la pastoral positiva sino las miserias eclesiales y sobre todo qué hace el obispo. Incluso llega a saber qué clase de galletas consume el prelado.

¿Cuál es el modelo del Sr. Fernández? Como siempre mira hacia el pasado: piensa en el cardenal Pedro Segura quien en los años cuarenta prohibía el baile y avisaba a la Guardia Civil; en los monseñores Casimiro Morcillo y José Guerra Campos, quienes en los años cincuenta liquidaron manu militari los movimientos especializados de la Acción Católica Española. Y en el cardenal Ottaviani ya que durante el Concilio Vaticano II su chófer instintivamente se dirigía hacia Trento. En el despacho de don Francisco están algunas fotografías del Caudillo Francisco Franco con obispos que el 1939 mantienen el brazo en alto como su jefe político. Don Francisco de noche a veces tiene pesadillas y ve al cardenal Gomá leyendo la carta colectiva de los obispos españoles justificando la Cruzada de Franco. Y con su amigo, Blas Piñar, a veces lloran juntos después de leer textos de José Antonio Primo de Rivera. Y cantan al alimón el viejo estribillo: “Fuera, fuera protestantes,/ fuera de nuestra Nación,/ que queremos ser amantes del Sagrado Corazón”. Para el fanático integrista don Francisco, disfrazado de sabio ilustrado, su ego es consubstancial con denunciar lo que él cree heterodoxo, irguiéndose como el Gran Teólogo de la España contemporánea. Es un personaje sin matices, sin términos medios, orgulloso de su poder entre los obispos. Y aquí sí que ha creado un problema el cual ha movido la decisión de integristas, moderados y algún progresista para pedir a la Santa Sede que haga una excepción canónica y un seglar sea Nuncio. Ya en el siglo XX se habló de la posibilidad de que algún seglar francés –Maritain- fuera cardenal. La decisión está tomada y los canonistas buscan una fórmula, que será fácil.

Continuará (…)