martes, 8 de diciembre de 2009

El intrigante amigo J.G. Agapito

Los amigos de Germinans


Jaume González-Agàpito se llama realmente “Agapito”, sin acento. La acentuación es un intento de catalanización de un apellido de origen castellano del que no se ha de avergonzar porque don Jaume forma parte de una familia muy arraigada en Mataró y un hermano suyo, Josep, es un acreditado historiador de la educación y además docente. En su ciudad don Jaume tiene predicamento en algunos sectores y siempre ha procurado entrometerse en el mundo del clero local.

De joven destacó ya como un muchacho piadoso, empollón y con ganas de alcanzar metas. En la revista Capgròs de Mataró se le presenta con admiración: “Es el único catalán en las últimas épocas que ha hecho carrera diplomática en el Vaticano y por ello ha seguido desde la primera fila el cambio de pontificado. Ha sido embajador de la Santa Sede en Sudán y Brasil, hasta que los problemas de salud le obligaron a volver a casa”. En realidad fue alto funcionario de Nunciatura en Brasil y pronuncio en Sudán. No queda claro si le apartaron de la carrera diplomática por un incidente que desconocemos, y no queremos caer en murmuraciones, o por salud. Creemos que fue la primera causa la que le alejó de la carrera.

Hacia 1976 volvió a Cataluña y durante unos años no ejerció su ministerio, por lo menos públicamente. Jefe del Servicio de Bibliotecas de la Generalitat provisional de Tarradellas, al ganar Jordi Pujol las elecciones de 1980 el “monsignore”, como se le conoce coloquialmente, se incorporó al departamento de Gobernación, siendo “conseller” Joan Vidal i Gayolà, que le nombró jefe de su gabinete y le dio alguna responsabilidad con los Mossos d’Esquadra. Se cuenta que su gestión se basaba en algunos proyectos inviables, propios de un cierto delirio de grandeza que don Jaume padece. Por lo que fue cesado.

Sacerdotes amigos, alguno de Mataró, creyeron que era bueno recuperar a un personaje singular, que daría lustre a la Iglesia porque, aparte de diplomático y canonista, tiene dos o tres carreras más, con algunos doctorados. Así el cardenal Jubany le nombró párroco de Llavaneres, pueblo del Maresme, con una colonia distinguida de veraneantes. Recientemente, por ejemplo, este pueblo ha alojado al famoso cantante Bono de U2. Cuentan que, después de la misa, salía a saludar a los feligreses ostentando la faja morada de monseñor. En aquellos años el Nuncio era Mario Tagliaferri, compañero y amigo de don Jaume cuando estudiaban en la Escuela Diplomática de la Iglesia. Gracias a dicha amistad el papel de González-Agápito fue relevante y temido por algunos. Tagliaferri pasaba unos días de vacaciones en Llavaneras, don Jaume informaba, a veces tendenciosamente, de lo que pasaba en la diócesis barcelonesa y Jubany detectaba su mano en algunas cuestiones. A don Jaume le gustan los chismes eclesiásticos, el secretismo y aparentar más de lo que sabe.

Es vox populi que don Jaume inspiraba y traducía al catalán las homilías del Nuncio cuando oficiaba en Cataluña. La más célebre fue la desgraciada intervención del representante de la Santa Sede cuando en 1995 asistió en Tarragona a la clausura del Concilio Provincial Tarraconense, que había suscitado tantas expectativas, después de un proceso de depuración crítica. Allí Tagliaferri habló de “nacionalismos exacerbados”, con clara alusión al catalanismo. Don Jaume aportó esta idea o por lo menos no la tachó del discurso del legado pontificio, aunque posteriormente se desmarcó de la misma y negaba ante quien le quería oír su autoría.

Continuará (…)

2 comentarios: