Éxito del Papa y del arzobispo de Barcelona y fracaso de la tesi “germinante”

Hay una parte de la Iglesia –la mayoritaria- que trabaja, cumple con sus deberes religiosos y morales y en su interior se disgusta por actitudes clericales, sobre todo jerárquicas, que no están acordes con los signos de los tiempos. Pero no se escandaliza de cuestiones menores como la supresión de misas para facilitar la asistencia al acto de la Sagrada Familia, ni reclama al Romano Pontífice que desde Barcelona “resuelva” cuestiones candentes y no dogmáticas como el celibato, la reforma de la Curia, la ordenación de la mujer, las ansias de poder o de figurar de algunos jerarcas, etc. Esta Iglesia que trabaja y que calla a menudo ni se entera de la existencia de grupos eclesiales críticos que ejercen su función, con mayor o menor acierto, pero que a veces practican un puritanismo radical.

Ha sido esta Iglesia que trabaja, reza y cumple la que ha sido la force de frappe de todo el viaje papal. El denostado jesuita Puig, por ejemplo, ha tenido la confianza del arzobispo y, sin apenas hacer declaraciones, ha sido el principal artífice del éxito. Tenían que atarse muchos cabos, sortear barreras, aunar voluntades y especialmente ejercer una coordinación eficaz.

TV3, donde trabajan muchos agnósticos, que alguna vez han hecho de apuntador, se ha volcado en este extraordinario acontecimiento que ha interesado al mundo como espectáculo, quizás tanto por Gaudí como por el Papa. La participación de los voluntarios de escuelas, sobre todo católicas, ha desmentido los lúgubres presagios de los petulantes de Germinans, agoreros de calamidades, y que en el fondo deseaban que la visita fuera un semifracaso para poder dedicar plúmbeos artículos negativos y lanzarse a la yugular del cardenal Martínez Sistach.

En su papel de mosca cojonera, con alzacuellos, sotana o dándose golpes en el pecho, Germinans ha fracasado y no tiene justificación su desconfianza contra los equipos del Obispado que ha trabajado con ahínco, y en silencio, insistimos, para que la Iglesia catalana –que sí existe- mostrara ante los millones de teleespectadores que es un cuerpo vivo, encarnado en un territorio y que cuenta con una fuerza mayoritaria, lejos del grupúsculo anónimo que se pirra por el poder y querría volver a Trento: Germinans.