jueves, 12 de marzo de 2009

III. Germinans, Germinabit se fraguó bajo las alas del cardenal Carles

Después de las revistas Cristiandad y El Cruzado Español llegó el Concilio Vaticano II. El integrismo quedó atónito y aterrado, refugiado en la Hermandad Sacerdotal San Antonio María Claret. También aparecieron otros focos y algunos francotiradores.

El Dr. Jubany pacificó la diócesis, le dio un cierto empuje y se acreditó como gobernante e incluso tuvo habilidad política para no comprometerse manteniendo una catalanidad indudable, a pesar de que cuando era joven sus condiscípulos decían que había votado a la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Supo capear temporales, las secularizaciones y bajar de su pedestal de gran canonista para convertirse, ya siendo obispo de Gerona, en pastor próximo a la grey. Fue aplicando el Concilio y sorteó algunas desviaciones progresistas. Fue cardenal con mayúscula y arzobispo de buen recuerdo para muchos fieles.

Pero la campaña Volem bisbes catalans en sectores de la España profunda y en círculos vaticanos se confundió con una rebeldía progresista, y poco a poco los enemigos de la Iglesia en Cataluña, de la Tarraconense, hicieron circular la etiqueta de que éramos la Holanda del Sur. El progresismo polemizaba a través de algún libro del capuchino Jordi Llimona o en la obra de simpatías marxistas del benemérito e ingenuo mosén Josep Dalmau. Y también en libros, que algunos consideraban heterodoxos, de sacerdotes o religiosos secularizados. Pero la gran masa del clero catalán era moderadamente conciliar y se afanaba por tapar las vías de agua que dejaban la falta de vocaciones sacerdotales, y dedicarse a la tarea, cada vez más implicada en una evangelización nueva y en la ayuda a los necesitados. Centenares de sacerdotes en Cataluña se han sacrificado silenciosamente en las últimas décadas por mantener viva, con fe en Jesucristo, a una Iglesia cuyas jerarquías han sido ocupadas por obispos que hablan catalán, sí, pero que no sienten la tradición que viene de Torras i Bages–Vidal i Barraquer-Cardó. Hoy tenemos tres valencianos, uno del Opus Dei, uno del Ebro y un ferviente “carlista” (de Carles). Excepto Pujol, los otros cinco han sido promovidos, sin fórceps, por el mismo Carles, que ha querido dejarnos una herencia extraña a la milenaria Provincia Eclesiástica Tarraconense. Sin Carrera, que redactaba los principales documentos, la Iglesia en Cataluña se va escorando hacia un conjunto episcopal gris.

A pesar de este panorama sombrío algunos obispos de Cataluña, como el cardenal Martínez Sistach, no se dan por vencidos. El mismo, a veces dominado por el miedo o una prudencia excesiva, ha batallado, contra viento y marea, para tener obispos auxiliares. Rouco y su cohorte y dicasterios involutivos del Vaticano le han tumbado dos ternas de candidatos a auxiliares. Finalmente ha sido nombrado un menorquín, de espíritu conciliar, muy relacionado con la vida pastoral barcelonesa. No nos extrañe, pues, que haga más de quince años que de Barcelona no hayan salido obispos. Pardo es de Terrassa. Estamos antes un síntoma de una guerra abierta…

Continuará (…)

3 comentarios:

  1. Normal que dado el estado en el que va a dejar la diocesis, no le dejen hipotecarla con sus decisiones hasta la eternidad.

    ResponderEliminar
  2. El catalanismo integrista de una parte importante de la Jerarquía y clero catalanes entorpece, notablemente, la labor pastoral de la Iglesia Católica en esta tierra,donde una masa importante de fieles se sienten catalanes pero no catalanistas,quedando discriminados por el "Catalamismo Radical".

    ResponderEliminar
  3. El integrismo de alguna parte del clero catalán,filonacionalista, ha causado y seguirá causando gran deteriodo en el pueblo fiel, que es continuamense sorprendido por manifestaciones políticas, tanto de la jerarquía eclesiática, como por parte de algunos párrocos,más entregados a la política que al servicio del pueblo fiel." Oh tempora,oh mores " Cicerón.

    ResponderEliminar